Al terminar el año nos volvemos con gran avidez hacia todo lo que Dios tiene para el futuro. Sin embargo, la ansiedad fácilmente aparece cuando recordamos el pasado. Nuestro gozo actual, el cual depende de la gracia divina, tiende a opacarse por el recuerdo de los pecados y los errores del pasado. Pero como Dios es el Dios de nuestro ayer, permite que los recordemos para convertir el pasado en un ministerio de desarrollo espiritual para enfrentar el futuro. Él nos recuerda el pasado, para que no tengamos una seguridad superficial en el presente.
Seguridad para el mañana. Jehová irá delante de vosotros. Esta es una bondadosa revelación de que Dios hará guardia donde nosotros hemos dejado de hacerlo. Él vigilará para que no caigamos nuevamente en las mismas faltas, como indudablemente sucedería si Él no fuera nuestra retaguardia. La mano de Dios se alarga hasta el pasado para liquidar todas las demandas que existen contra nuestra conciencia.
Seguridad para hoy. Porque no saldréis apresurados. Al recibir el nuevo año, no lo hagamos con ese apresuramiento impetuoso de la alegría olvidadiza, ni con la huida de una irreflexión impulsiva, si no con el poder paciente que surge cuando sabemos que el Dios de Israel irá delante de nosotros. El pasado nos muestra daños irreparables. Es cierto que hemos perdido oportunidades que nunca volverán, pero Dios puede transformar esta ansiedad destructiva en una constructiva reflexión para el futuro. Dejemos que el pasado duerma, pero que duerma en el pecho de Cristo.
Abandona el pasado irreversible en las manos de Dios y avanza hacia el irresistible futuro con Él.
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