¿No es humillante que nos digan que debemos ir a Jesús? Pensemos en las circunstancias por las que no queremos acudir a Él. Si quieres saber cuan auténtico eres, pruébate con las palabras: "Venid a mí". En cada punto en el que no seas auténtico, discutirás antes que ir, buscarás evasivas antes que ir, te someterás al dolor antes que ir y harás cualquier cosa antes que transitar el último trecho de ese camino de aparente e inexpresable locura, para decir: "Vengo tal como soy". Incluso hasta la más insignificante medida de irrespeto espiritual siempre se hará evidente porque estás esperando que Dios te pida hacer algo muy grande, cuando todo lo que te está diciendo es: "Venid".
"Venid a mí..." Cuando oigas estas palabras, sabrás que algo te sucederá antes de que puedas ir a Él. El Espíritu Santo te mostrará todo lo que debes hacer y lo que sea necesario para desarraigar lo que te está impidiendo ir a Jesús. Nunca podrás avanzar, si no estás dispuesto a hacerlo. El Espíritu Santo sacará a la luz esa fortaleza inexpugnable que hay en ti, únicamente cuando estés dispuesto a permitírselo.
Muchas veces te has acercado a Dios con tus peticiones y te haz ido pensando: "¡Esta vez realmente conseguí lo que quería!" Y sin embargo, te haz ido sin nada, mientras todo el tiempo Dios ha estado con las manos extendidas, no solo para recibirte, sino también para que ti lo recibas a Él. Piensa en la invencible e incansable paciencia de Jesús quien amorosamente te dice: Venid a mí.
Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
(Mat 11:28 RV1960)
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